Margaritas y machinas



Por Francisco J. Lifante



Amanece un verde intenso y sombras recientes. Me dirijo a un camino inédito, transitable, feroz.

Viene por un camino de la modesta tierra mía, mi tío Ramón que sabe, como su hermano, el arte lúcido de reconocer el sonido de la hierba recién mojada.

Me trae margaritas, que cuida con secretos adultos.  “Estas pa tu mare”, decía con voz de pipa de roble.

Machina en mano, ocasionamos holocaustos y comentarios. Nada de tecnología. Nada de tristeza. Pasábamos los días en el trance que los braceros adquieren cuando sueñan una vida distinta a la que aman. El esfuerzo, no lo recuerdo.




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