Por Pascual Benito Villaplana
A las 7 de la tarde, bajo el pino que había en el centro de la calle, la manguera regaba la tierra para preparar las mesas.
Mientras, dentro, nos reíamos y disfrutábamos viendo como se preparaba todo. De vez en cuando nos sentábamos alrededor de la mesa y comenzábamos a envolver tan refrescante delicia.
Otros escurrían en saco de café colgado para terminar de elaborarlo. Tardes de calor que disfrutábamos en el patio llenándonos de arena hasta las cejas.
Y es que cuando llegaba el verano mis hermanos y yo lo pasábamos en grande en la horchatería de Andrés cada día.
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