Y sin embargo... Monforte (II)


Por Francisco J. Lifante


Aquí su cielo más cercano que ninguno en la Cueva.


Su cerebro, que es la Morería; su anís que riega nuestras tardes de agosto; sus almacenes de uva, que apresan las horas y las conversaciones; Orito con sus telúricas leyendas de paz y alma, las predicciones de los agricultores; las esperas antes del desfile, su gente inmoralmente bondadosa. Y tras todas las respuestas posibles, sólo hay una conclusión: Monforte circula por mis venas mientras que yo circule por las suyas, hasta la misma muerte, Monforte y yo siempre seremos uno, aunque Él me sobreviva para recorrer las venas de otros.



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